Se va deslizando, el camino de hormigas
La paciencia es eterna cuando no apremia la prisa
cuando despacio es mejor, organizarlo esta bien
y vivirlo resulta pleno.
Sinuoso, lleno de ojos y cadáveres diminutos que
no llegaran a apestar
la eternidad no es una palabra que llene nuestros vacíos
y tampoco existe en un léxico que solo concibe
ternura real, irreverente hasta el punto de una grosería
que suave como una brisa acaricia el morbo.
En las grietas, se acumulan los nidos
se prepara el combate y se almacenan los suspiros
Que irrefutables van a dar a algún rostro
cuando la ausencia de uno importante se hace
dolorosamente evidente.
Mil besos y solo uno y otro que importe
un millón de puntos rojos y negros se insinúan en
un tronco que tiene la edad misma de la vida
y mi piel sin el tacto tuyo, terminara pulverizada
y seré comida pedacito a pedacito, por
el señor olvido, el señor hastío... que marchan
en primera fila dirigiendo el combate hacia mi
prendida de esta copa envejecida, donde cuando niña
me mecía sin parar, y acertaba el suelo de pie.
La paciencia es eterna cuando no apremia la prisa
cuando despacio es mejor, organizarlo esta bien
y vivirlo resulta pleno.
Sinuoso, lleno de ojos y cadáveres diminutos que
no llegaran a apestar
la eternidad no es una palabra que llene nuestros vacíos
y tampoco existe en un léxico que solo concibe
ternura real, irreverente hasta el punto de una grosería
que suave como una brisa acaricia el morbo.
En las grietas, se acumulan los nidos
se prepara el combate y se almacenan los suspiros
Que irrefutables van a dar a algún rostro
cuando la ausencia de uno importante se hace
dolorosamente evidente.
Mil besos y solo uno y otro que importe
un millón de puntos rojos y negros se insinúan en
un tronco que tiene la edad misma de la vida
y mi piel sin el tacto tuyo, terminara pulverizada
y seré comida pedacito a pedacito, por
el señor olvido, el señor hastío... que marchan
en primera fila dirigiendo el combate hacia mi
prendida de esta copa envejecida, donde cuando niña
me mecía sin parar, y acertaba el suelo de pie.
Fotografìa: Vòmito de Flores
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