A mi no se me ha ido del seso, las manos de Edmund jugando en mi falda, ni las miradas angustiadas de las criadas.
A mi no se me escapaba, el morbo que perseguía desnuda en las noches, tratando de encontrar consuelo, a mi alma egocéntrica y mi cuerpo hambriento.
Aún recuerdo las noches en vela jugando a que tú me querías y Edmund era un latido, un suspiro y una muerte pequeña; Edmund representaba no solo un remolino de colores, sino aquel óleo en el que se materializò tu sonrisa que pende despacio, ensuciándose de décadas en un muro que no miran mas los extraños admirados.
A mi no se me van tus manos hambrientas, ni tus escapadas y la agilidad para forzar una cerradura, que era lo único que nos separaba, y las criadas angustiadas, prometiendo esconder con secretos caseros, las marcas que tu boca con dulce veneno, sembraba en mi piel.
No se me escapa aún tu último suspiro, ni la mancha de sangre en el vestido, ni la sensaciòn de ahogarme en un corcè.
Aún no se me olvida, la razón de aquel puñal escondido en mi cinto, los celos que perturbaban hasta tu entrega mas blanca alimentando mi locura mas mordaz.
Y aún no me perdono-sobre todo- el no haberte creído, y no haber siquiera compasión sentido, cuando hundí el cuchillo en tu corazón que creía sólo mio.
Desde entonces permanezco, y aún escucho vagamente, que engañas a la cerradura, para colarte una vez mas en mi cama, y entonces no me muevo, ni respiro... y te espero.
A mi no se me escapaba, el morbo que perseguía desnuda en las noches, tratando de encontrar consuelo, a mi alma egocéntrica y mi cuerpo hambriento.
Aún recuerdo las noches en vela jugando a que tú me querías y Edmund era un latido, un suspiro y una muerte pequeña; Edmund representaba no solo un remolino de colores, sino aquel óleo en el que se materializò tu sonrisa que pende despacio, ensuciándose de décadas en un muro que no miran mas los extraños admirados.
A mi no se me van tus manos hambrientas, ni tus escapadas y la agilidad para forzar una cerradura, que era lo único que nos separaba, y las criadas angustiadas, prometiendo esconder con secretos caseros, las marcas que tu boca con dulce veneno, sembraba en mi piel.
No se me escapa aún tu último suspiro, ni la mancha de sangre en el vestido, ni la sensaciòn de ahogarme en un corcè.
Aún no se me olvida, la razón de aquel puñal escondido en mi cinto, los celos que perturbaban hasta tu entrega mas blanca alimentando mi locura mas mordaz.
Y aún no me perdono-sobre todo- el no haberte creído, y no haber siquiera compasión sentido, cuando hundí el cuchillo en tu corazón que creía sólo mio.
Desde entonces permanezco, y aún escucho vagamente, que engañas a la cerradura, para colarte una vez mas en mi cama, y entonces no me muevo, ni respiro... y te espero.
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