
Allá muy lejos, gritando muy bajo... y yo escuchando, y tratando de dejarme ver en una oscuridad impenetrable y un vacío que nunca se acaba. Las calles enmudecen y mis pulmones callan, el cielo se acerca y brilla mas su danza.
Quieto involuntariamente aguzo mis sentidos que me parecen de pronto tan limitados al mirar-y no poder tocar lo que me alegra el alma. Mis ojos pequeños y muchas noches rojos no me ayudan a escudriñar mas allá de puntos brillantes que caprichosamente me envuelven en un torbellino de impotencia. Me quedo maravillado una vez mas y pido paz, mas de la que me doy yo mismo, mas de la que alcanzo besando las hojas con mis manos. Mas incluso de la que podría tener si mis latidos se detuvieran.
Todo es silencio, y algo extraño... De pronto parece que los autos se detuvieron para mirar lo mismo que yo, y que todas las estrellas me bañan con sus rayos intermitentes. Abro los brazos pero no alcanzo a acaparar toda la oscuridad que me intriga ni todo lo desconocido que abriga aquel mucho espacio que mis ojos no penetran y que mis manos nunca tocaran despierto. Me susurran al oído, y entonces vuelve el viento, los autos vuelven su marcha olvidandose del cielo. El universo entero marcha nuevamente sin detenerse mas que para regenerar su energía.
Yo sigo sentado mirando hacia arriba, pensando en que me esconden las nubes en el día y el azul del infinito cuando ellas se van, o en este momento cuando todo brilla tan intensamente invitándome inútilmente a explorar una grandeza que intenta ser desvelada pero que no me alcanzara la vida para presenciar sus maravillas.
Pasan el tiempo y sigo inventandome historias así.
No puedo tocar la noche, pero la respiro.
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